Desde
los albores de la humanidad como tal, el hombre acepta como lógica la
existencia de fuerzas inteligentes, de seres supuestamente no humanos -dioses,
ángeles, demonios y un sinfín de intermediarios- que intervienen directamente
en el curso de nuestra vida sobre este planeta. Los textos y legados que en el
curso de los tiempos han ido reflejando el acontecer de la historia de la
humanidad están salpicados de testimonios que ilustran la presencia permanente
de objetos volantes que evolucionan de forma inteligente a baja altura sobre la
superficie terrestre. La lista de tales avistamientos en todo el mundo y en
todas las épocas prueba que la actuación y la intervención de una o de varias
inteligencias distintas de la nuestra forman parte integrante y continuada de
la historia de la humanidad. Si prestamos oídos al bioquímico inglés Francis
Crick -Premio Nobel en 1962 por haber descubierto la estructura del ADN-,
habríamos sido creados por una supercivilización del espacio que en una época
remota infectó al planeta Tierra con un microorganismo destinado a
desarrollarse en el tiempo hasta llegar a ser lo que hoy somos los seres
humanos. Otros científicos secundan este supuesto, como por ejemplo Vsevolod
Troitsky, de la Academia de Ciencias de la URSS, para quien la Tierra es un
campo de experimentación de nuevas formas de vida, controlado por seres
superiores y desconocidos para nosotros.
Muchos sostienen que desde el
pasado más remoto, el ser humano trató de expresar lo que veía de acuerdo con
su entendimiento, relacionando las distintas manifestaciones con objetos
conocidos, manteniendo de esta forma la semejanza con lo observado. Asi a
partir de este argumente, los creyentes del fenómeno postulan que muchas
referencias antiguas, serían expresiones de naves alienígenas. Indicando que si
estos vehículos aéreos podrían ser tripulados, se habría producido el contacto
con los eventuales observadores, transmitiéndoles enseñanzas diversas, se los
pudo haber llamado a estas "naves"... vehículo de los dioses, carros
de fuego, vimanas, discos solares, nubes, nubes de fuego, el Borax
Resplandeciente, Nubes con Angeles, carro Pushpaka, Vimanas, Maruts, en el
Ramayana Hindú. Escudo que Vuela, Luces Cósmicas, Vehículo de los Dioses, Perlas Luminosas, Discos
Solares, Flechas Igneas, Serpiente de las Nubes, Escudo Yacente, Esferas
transparentes, y otros cien nombres en distintas culturas, como un posible
ejemplo de las distintas naves aéreas que surcaban los cielos. Leemos en los
textos bíblicos cómo el profeta Ezequiel nos narra su encuentro con un vehículo
volante, que se le acercó tanto -junto al río Quebar, en la inmediaciones de
Babilonia- que incluso vio a uno de sus tripulantes, el cual le habló a él
personalmente. Esta visión que Ezequiel tuvo, y que está descrita con lujo de
detalles en los textos bíblicos, fue detenidamente analizada por el ingeniero de la agencia
espacial norteamericana -la NASA- Josef Blumrich, quién concluyó que lo que vio
el profeta fue efectivamente y sin ningún género de dudas una nave volante.
Tanto es así, que dicho ingeniero -director de la Oficina de Construcción de
Proyectos de la NASA-, rediseñó el aparato descrito por Ezequiel y patentó
algunos de sus elementos.
También en la Biblia, la destrucción de las ciudades
de Sodoma y Gomorra refleja con precisión los efectos de una explosión atómica,
anunciada a Lot por dos emisarios que bajan de las alturas y comen alimentos en
casa de su anfitrión. Finalmente, en muchos pasajes de los textos bíblicos
-comenzando por el libro del Éxodo- se describen con detalle nubes
inteligentemente guiadas. En el caso del libro citado, una de estas nubes
-luminosa de noche y en forma de columna de humo de día- guía al pueblo de
Israel en su huída de Egipto. Esta nube indica el camino a seguir, proporciona
alimento, e incluso desciende hasta el suelo para que sus tripulantes (en este
caso el mismo Yahveh) pueda dar órdenes verbales al caudillo de los hijos de
Israel, Moisés. Sin embargo esta hipótesis creyente, no deja de ser una
explicación ad hoc ya que las nubes y carros de fuego podrían ser metáforas
para un relato religioso y no hay ninguna evidencia de que esos relatos deban
ser interpretados de otra forma. Aunque también hay que decir que tampoco hay
seguridad científica absoluta de que aquellas descripciones sean metáforas
religiosas; ya que tampoco hay formas empíricas ni científicas de saber si así
fueron o no, por lo que el tema queda abierto a distintas conjeturas.
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